Comenzó como cualquier otro…

Era un día soleado, el cielo era azul decorado con pequeñas nubes blancas, los pastos verdes. Caminaba admirando el paisaje y solo podía distinguir la silueta del acompañante.

El camino era terregoso, parejo y del lado izquierdo un panteón complementaba la imagen. Al fondo los dolientes llevaban a su muertito, vestidos de negro, agrupados caminaban sollozando a su difunto a lo que sería su última morada. Frente a ellos un ataúd vació dejaba ver los estragos de estar años bajo tierra, su ocupante se había quedado donde, aún no lo sabía.

La gente comenzó el drama para bajar el cuerpo y los movimientos abruptos, hicieron rodar el ataúd cuesta abajo cayendo justamente sobre mi. Todo oscuro y después de unos momentos pude distinguir lo sucedido. El ataúd tenia tierra y residuos de su morador, de lado derecho una muñeca polvosa y a la izquierda un paquete cubierto de hule opaco que no dejaba ver su contenido.

Alguien me quito el ataúd de encima, yo solo mantenía mis ojos sobre el cajón, que ya no estaba vació, el cadáver, un bulto negro tenia encima unas fotos, típica tira de fotos instantáneas de una mujer, que parecía, más muerta que el propio bulto.

Con la última imagen llegue a laborar, era un patio amplió llego de agua sucia, una mujer alta delgada, de vestimenta elegante, cabello rubio y piel blanca, me recibió y ayudo a quitar el agua con una jerga.

Tras unos minutos comenzamos a caminar rumbo a casa, creo y en el camino otro panteón y mientras lo contemplaba la mujer a mi lado dijo:
-¿ves a la dama sentada en el árbol?-
El árbol grande frondoso se movía con el viento, en su planta lo cubría una circunferencia de concreto.

Mi respuesta fue negativa, y la mujer comento.
-Esta muerta, pero ella no lo sabe, hace ya tanto tiempo de eso que la parte de su pecho ya no se le ve, su figura es cadavérica, ¿la ves?-

Seguí mi camino y sin mira al árbol conteste segura mientras pasaba entre las tumbas. –no y no quiero verla-

Ella siguió a mi lado y conforme avanzábamos señalo a mi lado izquierdo y dijo.
-Ves la tumba de la cruz blanca, esa yo la limpio cada año, ahí esta enterrada una niña que murió en un accidente, sus papás no supieron donde quedo, pero ella cada año sale y se sienta junto a la tumba, contempla las flores y piensa que son ellos que ya la encontraron-

Mientras ella me contaba, la niña de cabello castaño, tez blanca y ojos triste se sentaba junto a esa tumba y acariciaba las flores que la decoraban, sus vestimenta era normales de cualquier niño y sus rostro no parecía de un muerto.

Seguimos caminando y al fondo un hombre de edad avanzada, cabello blanco, desalineado, cogía hojas en el aire, hojas negras que pegaba en un papel en blanco.

Cuando la mujer se percato que había llamado la atención esa figura dijo. –es el poeta, el de ataúd, esta muerto enloqueció cuando su esposa, la de árbol murió, dejo de escribir y solo pegas hojas de árbol.

Cuando pasamos junto al hombre, esté giro hacia mi y dijo. –Carmen es mi último poema, quieres que te lo lea-. Sutilmente agradecí su gesto, pero el dije llevar prisa y me aleje sin detenerme.

La mujer a mi lado me miro y me dijo al oído. –Él no sabe que esta muerto, como tu no sabes que yo estoy muerta-

Después de escuchar sus palabras volteé para verla, pero desperté y me di cuenta que solo fue unos de mis tantos sueños.

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