Agonía
El manzano se
movía con calma sus hojas caían al compas del viento anunciando el otoño.
Sus ojos veían
caer las hojas, pero su mente estaba ausente, atrapada en sus pensamientos,
hacía tiempo que el tiempo dejo de tener sentido para ella.
Las mañanas solo
eran el comienzo de la perdida y las noches eran el momento más agudo del
recuerdo, su cuerpo solo era parte de la nada y todos solo eran las sombras que
la conformaban.
Sentido dejo de
tener estar viva y la vida se le iba sumida en el recuerdo, de lo que no podía
contener, que no volvería a tener, soñar
era la mejor manera de sobrevivir, pero el sueño la consumía todo el tiempo
prolongando su agonía.
Sus ojos eran la
luz de sus días y sus labios de color cereza eran el oasis perfecto de su desierto,
por la noches al dormir las sonrisas y los bellos momento es la música que
cobijaban sus sueños, efectivamente estaba enamorada, apasionadamente enamorada.
Una mañana como
cualquier otra con una sonrisa abrió la puerta y descubrió que la perfección
solo es parte del efímero y nada es para siempre. Ahí estaba él con los ojos
perdidos viendo hacia el suelo, rogando no escuchar la pregunta, pero sabía que
el solo hecho de tocar lo ponía a merced de las respuestas.
El ultimo abrazo fue como tocar un hielo y cada que lo
recuerda sus ojos se llenan de agua salada que emergen sin poder contenerlas.
Su presencia en la puerta era para dar fin a sus ilusiones y ella lo sabía,
ante lo que empezó a escuchar su temor, junto a todos los miedos se apoderaron
de ella y su única salida a sido ver, pensar y soñar en vida hasta, hasta que
la misma vida la consuma y de sentido a
lo que para ella ha dejado de ser vida.
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